Con la aparición de
PRISM, la mayoría de
los usuarios de Internet nos hemos mostrado en contra. Sin embargo, hay
un argumento que aparece de vez en cuando en relación con estos temas:
el
“No tengo nada que ocultar”.
El razonamiento es sencillo: si no hago nada malo, no tengo nada que
ocultar. Y si no tengo nada que ocultar, ¿qué más me da que el Gobierno
lea mis mensajes? Total, es por mi seguridad… ¿no? En realidad,
este argumento es bastante malo. Veamos por qué.
Hay por ahí un teorema básico de probabilidad, el Teorema de Bayes,
que nos habla de la probabilidad condicionada de dos eventos. La
fórmula, la que tenéis arriba, no nos interesa mucho ahora mismo
así que lo explicaremos con un ejemplo.
Supongamos que tenemos nuestro país de 10 millones de habitantes con
un sistema de vigilancia increíblemente preciso. Un 99.9% de
posibilidades de detectar correctamente a un criminal, y sólo un 1% de
falsos positivos (personas detectadas como criminales que en realidad
son perfectamente normales). Por otra parte, estimamos que en nuestro
país hay unos 100.000 criminales.
Cuando buscamos una persona entre millones vamos a tener muchos falsos positivos, por muy bueno que sea nuestro sistema.
Con las probabilidades que tenemos, vamos a cazar a 99.900 de esos criminales. Qué bien, que seguros estamos.
Sin embargo, hay un problema: el sistema ha detectado como criminales
a 100.000 personas inocentes. Es decir, que nuestro supersistema de
vigilancia
sólo acierta el 49.9% de las veces con su diagnóstico. Ya no es tan efectivo, ¿verdad?
Cuanto menos común es lo que buscamos, más probabilidad hay de tener un falso positivo.
Si montamos un sistema de vigilancia de millones de ciudadanos para
encontrar a unos pocos (centenas, como mucho) terroristas, vas a tener
muchos falsos positivos y probablemente muchos inocentes acaben en un
lío que no saben de dónde les ha venido.
¿De verdad crees que no has hecho nada malo?
Pasemos de las Matemáticas al Derecho. Cada país tiene sus propias
leyes, y algunas pueden llegar a ser muy oscuras , absurdas o incluso
injustas.
¿Conoces todas y cada una de ellas tan bien como para poder decir que no haces nada ilegal?
No conocemos tan bien nuestras leyes como para decir que no hacemos nada ilegal.
Podría ponerme a buscar leyes absurdas o anticuadas, pero iré mejor
con una que nos pilla más cerca: en Reino Unido, las copias privadas no
son legales. Creo que la mayoría de los que estamos aquí estamos de
acuerdo en que no es
malo copiar el CD que te ha dejado un amigo, pero te puedes meter en un problema si tu gobierno no piensa igual.
Hablando sobre el mismo tema,
en Wired decían que
en algunos casos romper la ley ayudaba a la sociedad a avanzar,
poniendo como ejemplo principal los matrimonios entre personas del
mismo sexo. La sociedad avanza más rápido que las leyes, y en algunos
casos hay que infringirlas para poder seguir adelante.
No tienes nada que ocultar… ¿a quién?
El argumento de “No tengo nada que ocultar” se desmonta en cuanto
consideramos que igual no es sólo el Estado quien accede a tus datos.
¿Qué ocurriría si hay un fallo en la base de datos y algún hacker accede
a ella, o se filtra al público? Creo que a nadie le gustaría que tantos
aspectos de su vida se hiciesen públicos.
¿Y si alguien más además del Estado ve mis datos?
Y ni siquiera hay que irse al caso extremo de que fallen todos los
sistemas de seguridad de la base de datos. ¿Qué pasa si alguien con
acceso legítimo a esos datos decide usarlos con malas intenciones?
Tantos datos exigen un nivel de seguridad y responsabilidad enormes.
Cuantas más personas tengan acceso a esos datos, más puntos débiles hay y
más posibilidades de que tus datos privados se conviertan en públicos.
No tengo nada que ocultar… y precisamente por eso no te voy a mostrar nada
El último argumento frente a “no tengo nada que ocultar” es
precisamente “no tengo nada que ocultar”. No he hecho nada malo, no hay
ninguna sospecha sobre mí, así que
no hay ninguna razón para que el Estado vea lo que hago.
La vigilancia continua significa cambiar las cosas de sitio. En lugar
de presuponer que todos somos inocentes, se nos convierte en
sospechosos por defecto y por eso necesitamos estar constantemente bajo
escrutinio de las autoridades.
Sí, la privacidad es necesaria
Con todo lo anterior, creo que dejamos bastante claro por qué la privacidad es necesaria.
No podemos renunciar a nuestra privacidad a cambio de más seguridad porque, en realidad,
eso es una falacia.
Por pura matemática, un sistema para encontrar unos pocos criminales
peligrosos en medio de una maraña de personas inocentes será poco
efectivo salvo que invirtamos una cantidad desorbitada de recursos para
no tener prácticamente ningún falso positivo y no ignorar ningún
criminal.
Tampoco podemos renunciar a nuestra privacidad porque
nunca sabemos cuándo vamos a tener la necesidad de romper una ley que pueda ser absurda o injusta, o cuándo una infracción inocente de alguna norma que no conocíamos nos puede meter en un lío desproporcionado.
Por esto mismo, porque la privacidad es necesaria, en Xataka vamos a seguir estas semanas con varios artículos sobre
cómo preservar tu privacidad a través de la tecnología protegiendo tus cuentas, tus conexiones y tus datos.