jueves, 14 de enero de 2016

Polaroid Cube+: análisis

A nadie se le escapa que el negocio de las cámaras de acción ha tocado techo y ha iniciado ya su lenta -aunque imparable- desaceleración. Y es que la sobresaturación del escaparate con miles de modelos y clones de las GoPro, la férrea competencia de los teléfonos móviles –cada vez más solventes a la hora de grabar vídeo- y la pérdida del factor sorpresa ante esos estupendos vídeos promocionales con espectaculares secuencias de deportes de riesgo han acabado haciendo mella en un segmento que hace unos años parecía inmortal.



El mismo cubo, la misma diversión
Decíamos que los cambios estéticos de la Cube+ respecto a su predecesora son prácticamente imperceptibles. Y es que la cámara reedita el diseño en forma de cubo de 3,5 centímetros de lado, coronado por un objetivo con un ángulo de visión de 124 grados. Una vez más, algo por debajo de la cobertura que ofrecen muchas de sus competidoras, normalmente situada entre 150 y 170 grados.
En la parte superior se encuentra un nuevo botón luminoso –junto al ya conocido botón principal- cuya única misión es la activación del Wi-Fi, principal novedad de la Cube+ respecto al modelo predecesor. También hay cambios en la parte trasera, donde la tapa de rosca que nos permitía acceder a la tarjeta microSD en la Cube original ha dado paso a una tapa estándar -bastante más práctica- de cierre por presión.





Desaparece también el selector del modo de grabación de vídeo (1080p o 720p) que teníamos en la Cube original. En la nueva versión esta elección debe realizarse de forma remota a través del smartphone.
Obviamente no falta el imán en la base de la cámara, una de las señas de identidad de esta saga, que nos permite adherir firmemente la Cube+ a múltiples superficies: desde el capó de un coche hasta el manillar de una bici, pasando por un tenedor o un palo de golf.



A distancia
Aunque sin duda la gran estrella de esta renovación es la conexión Wi-Fi, que como ocurre con otras cámaras de acción permite manejar la cámara de forma remota desde un teléfono y usar la pantalla del mismo como un visor en tiempo real. Para ello es necesario descargarse la aplicación Cube+ y conectarse con el smartphone a la red Wi-Fi que genera la propia cámara.
A través de la aplicación podremos iniciar y detener la grabación de vídeo de la Cube+, tomar fotos y configurar algunas opciones de la cámara de forma sencilla. También nos permitirá acceder al contenido de la cámara para compartirlo a través de Internet y las redes sociales.





Aunque sin duda lo más interesante es poder monitorizar la señal de la cámara, lo que brinda una mayor precisión a la hora de realizar los encuadres y amplía sensiblemente las opciones creativas de la cámara.
La nueva Cube+ cuenta asimismo con la posibilidad de grabar vídeo Full HD a 60 fotogramas progresivos por segundo y aumenta la resolución de las fotografías, que pasan de 6 a 8 megapíxeles (por más que, curiosamente, en las especificaciones oficiales no conste esa novedad).



 La calidad de imagen se mantiene en la línea de lo visto en la generación anterior: lo suficientemente buena teniendo en cuenta el precio del conjunto, aunque algo por debajo de otras cámaras de acción más ambiciosas. La nitidez y la reproducción de color son bastante correctas, aunque siguen apareciendo artefactos de compresión cuando hay mucho movimiento en la escena.


Aunque, como decíamos, estos datos son quizás los menos relevantes de una cámara que está pensada sobre todo para divertirse. Un dispositivo para llevar siempre encima y apuntar y disparar en cualquier momento, bien sea en una fiesta, un concierto o un paseo en bicicleta. O simplemente para experimentar buscando los puntos de vista más insólitos.
Polaroid vuelve a alejarse de la trascendencia con la que firmas como GoPro publicitan sus productos para otorgarle a su Cube+ un aire mucho más desenfadado y social. Todo ello por unos 150 euros, aunque por los menos de 100 euros que cuesta la Cube original bien podemos plantearnos si el control remoto vía Wi-Fi es o no imprescindible para el uso que vamos a darle.








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