"Solo la música tiene un poder tan potente como la fotografía para transmitir emociones"
Produces
un tema, lo haces, lo distribuyes y te encargas de cobrar las facturas.
Eres como una empresa en ti mismo. Esto implica que has dejado atrás la
seguridad de formar parte de un entramado mayor, pero también que tu
cometido deja de ser únicamente parcial para convertirte en el completo
responsable de una obra acabada y lista para distribuirse.
Tienes libertad creativa pero también cierta inseguridad laboral. Habría que encontrar un equilibrio entre esos conceptos.
Lógicamente,
si nos dan a elegir, es mucho más cómodo vivir con alguien que te
respalde, pero no deja de ser cierto que el hambre te da ideas. Es un
equilibrio complicado. Si tienes estabilidad, no estás exprimiéndote del
todo. La estabilidad lo que te da es comodidad, y la comodidad lo que
te da es un culo gordo.
El otro extremo de la balanza sería vivir
en una situación tan precaria que no tienes medios ni para desarrollar
un proyecto. El problema es que mucha gente está dispuesta a pagar por
entretenimiento pero no por información.
¿Pagar por
entretenimiento? Puede que sí, pero los niveles de piratería en España
suelen ser bastante altos. Muchos están convencidos de que el arte, en
cualquier forma, es gratis.
Eso viene dado por la
dinámica en la que evolucionó Internet. Al principio todo lo que había
allí era gratis, pero ahora se han parcelado las cosas. Ahora hay
servicios como Spotify, iTunes y Netflix, y muchos están dispuestos a
pagar no tanto por el contenido sino por el editor de contenidos.
"El problema es que mucha gente está dispuesta a pagar por entretenimiento pero no por información"
Es
decir, servicios como los mencionados lo que ofrecen es ahorrarte las
tres horas que vas a pasarte buscando una película. Con ellos lo único
que tienes que hacer es sentarte en el sofá y darle al botón de
reproducir. Nos facilitan el consumo. Y el mundo de la fotografía tiene
que hacer un ejercicio para poder vislumbrar por dónde irán los tiros.
Un
día un amigo me dijo que el mundo del arte no es para todo el mundo. No
estoy del todo de acuerdo con esta afirmación porque puede pecar de
elitista, pero es cierto que el mundo de la fotografía, que es el que
conozco, parece que tiene un número de apoyo social muy grande pero un
número de consumidores bastante reducido. Yo puedo emocionarme con la
banda sonora de John Williams y otro alucinará con un concierto de El
Barrio.
Unos disfrutan con la comida rápida mientras que otros necesitan ir al Celler de Can Roca o al DiverXO para ser felices.
Buen
ejemplo. No todo el mundo está dispuesto a pagar lo que vale la cocina
del DiverXO, de Ferran Adrià o del Celler de Can Roca. Estamos hablando
de un público restringido, y sería un error pensar que estos sitios son
para todo el mundo. Internet se ha llenado de nichos. Según como seas,
vistas o te peines, hay algo para ti.
Las redes sociales
escupen imágenes a una velocidad rabiosa. ¿Qué es lo que hace que nos
paremos en una foto en particular para mirarla con mayor detenimiento?
Instagram
es como el equivalente a las gominolas: es algo que brilla, bonito y
que no te deja ningún nutriente válido en el cuerpo. Es cierto que hay
en Instagram gente que hace cosas muy chulas, pero es que en el fondo da
igual la herramienta con la que uno trabaje: a mí lo que me interesa es
la historia que se cuenta.
"No acabo de entender la gente que tiene que fotografiarlo todo. Yo prefiero comer que hacerle fotos a los platos"
Cuando
hablamos de un conjunto enorme de fotos sueltas con etiquetas, al final
todo se convierte en un caleidoscopio esquizofrénico sobre la intimidad
y la forma de representarse de la gente. Y no hablamos de una
representación sincera sino de la forma en la que quieres que la gente
te vea. Pero es cierto que el móvil te da un aire de verosimilitud. Como
es una herramienta de uso cotidiano, parece que no hay lugar para la
mentira.
La fotografía está tomando dos caminos:
entendida como una herramienta al servicio de la comprensión y al
servicio de la representación. Y eso no tiene nada que ver con el medio
que se escoja, aunque es en las redes sociales donde es más palpable
esta diferencia. No acabo de entender la gente que tiene que
fotografiarlo todo. Yo prefiero comer que hacerle fotos a los platos.
Lo
de las fotos de comida en Instagram es un fenómeno difícil de explicar.
Yo mismo he hecho decenas de fotos de comida sin pensar muy bien por
qué las hacía. Imagino que debe estar relacionado con esa necesidad de
almacenar recuerdos que tenemos los humanos: de la gente que hemos
conocido, los lugares que hemos visitado, los platos que hemos
degustado…
Creo que es más un tema de estatus que de
transmisión de conocimientos sobre gastronomía. Las redes sociales
funcionan mucho como generadores de estatus. Si tu te metes en la red
social de alguien y ves que todo el día está comiendo en buenos
restaurantes, esquiando o conduciendo un Ferrari, pensarás que esa
persona vive bien, aunque quizás sea todo mentira. Muchas veces lo único
que se busca es conseguir un
me gusta. Es todo lo contrario en lo que yo creo.
"A mí lo que me gusta de una foto es que sea el producto de una reflexión previa"
No digo que todo el mundo que está en Instagram haga esto, pero sí hay un componente muy alto de postureo.
Y me parece muy aburrido. Prefiero quedar con alguien para tomarnos
unas cañas que no estar toda la puta noche haciendo fotos de las
cervezas que me bebo para gente que no conozco de nada me dé un like.
Pero
no deja de ser cierto que todavía somos muy jóvenes en esto de las
redes sociales. La gente se puede clasificar fácilmente por las fotos
que sube en Instagram, y en el fondo lo que hacemos es repetir y
perpetuar los clichés de imágenes una y otra vez. Y a mí lo que me gusta
de una foto es que sea el producto de una reflexión previa, no una
simple repetición en otro sitio de una foto que ya he hecho antes. Una
imagen es como un compendio de unas conclusiones a las que has llegado.
Una
de las cosas buenas que han generado las redes sociales fotográficas es
que ahora hay chavales que se apasionan por este arte. Yo cuando tenía
doce años lo más creativo que hacía era jugar al "Pro Evolution Soccer".
Yo
siempre he sido más de "Call of Duty", "Halo" y las aventuras gráficas
de LucasArts. Pero volviendo al tema de Instagram, unos días atrás
publicamos la historia de una artista argentina, Amalia Ulman, que se
inventó una identidad y estuvo meses publicando fotos en esa red social y
en Facebook de una vida que no existía para ver cómo reaccionaban sus
seguidores, que llegaron a ser más de 70.000. Un experimento bastante
interesante.
Los nuevos medios te dan nuevas formas y
espacios para contar historias. Lo que ha hecho esta chica con un móvil,
engañar a miles de usuarios, antes hubiera sido un documental. Eso me
parece brutal. La parte mala es que se genera mucho ruido con las redes
sociales, pero por otra parte también dan la posibilidad a mucha gente
de dedicarse a estas cosas.
Yo, si hubiera nacido 40 años antes,
probablemente me habría dedicado a otra cosa. Si antes no tenías los
medios o el respaldo de un medio grande, no podías hacer nada.
Muchos pintores han podido dedicar su vida al arte por los mecenas que tenían.
Claro.
Si Robert Capa, Picasso o Van Gogh estuvieran vivos y en activo en la actualidad… ¿Qué harían?
Hablas de personajes muy hijos de sus tiempos. El Capa de hoy en día quizás se parecería más a Tim Hetherington
que al Capa que todos conocemos. Picasso probablemente se hubiera
subido a una torre para tirarse luego al vacío y hubiera vendido la
performance al MoMA por 100 millones de euros.
"Hay
una nueva forma de ver y entender la fotografía, que ya no es tanto un
registro sino una opinión expresada a lo largo de 20 o 30 imágenes"
Pero
lo dicho: hablamos de gente que son lo que son porque fueron hijos de
sus tiempos y elevaron esa categoría a iconos. En el caso de Capa,
además, terminó sus días de una forma dramática. Como Hetherington. Pero
fíjate que todo se reduce a lo mismo de siempre: intentar expandir las
fronteras de la narrativa en el campo que sea. Fotografía, pintura,
vídeo…
Las cámaras, Photoshop o los pinceles
son simples herramientas. Ni con el mejor pincel del mundo yo sería
capaz de pintar como Rembrandt.
Lo más interesante es que
estamos viviendo una revolución similar a la que se vivió con el
cubismo y otros movimientos. Es una nueva forma de ver y entender la
fotografía, que ya no es tanto un registro sino una opinión expresada a
lo largo de 20 o 30 imágenes.
¿Cómo se va a consumir la fotografía en el futuro? ¿Con realidad virtual?
Pues
no lo sé. El otro día un amigo me comentaba que la producción de
vinilos es la misma ahora que la que había hace 30 años. La experiencia
emocional que te da un objeto físico no te la da el soporte digital. Yo
he leído muchos libros en el iPad pero no me acuerdo de sus títulos. El
formato digital ha venido para quedarse, pero coger un libro con las
manos… esa sensación, eso no se transmite en el mundo virtual.