El aprendizaje fotográfico es infinito.
Es de esas cosas en la vida que no terminan nunca. Desde el primer
momento en que decides entrar a este mundo, aceptas someterte para el
resto de tus días a un continuo y perpetuo proceso de aprendizaje que te
hará sentirte cada vez más grande.
1 – No invertir en un buen objetivo, trípode y flash:
La cámara de fotos
no es más que la mitad de la historia. Sin un buen objetivo estás
limitando tus posibilidades de aprendizaje y posiblemente
desaprovechando un enorme potencial creativo. Ten en cuenta que muchas
fotos son simplemente imposibles de lograr sin un determinado tipo de
lente. Personalmente adquirir el Rey de los Objetivos supuso para mí un “renacer” fotográfico
De la misma manera, y sólo una vez te hayas hecho con el lente adecuado, deberías ir considerando adquirir un trípode y un flash.
Aquí pasa lo mismo, la estabilidad que te ofrece un buen trípode y la
luz de un flash en condiciones te abrirán nuevas puertas: podrás
experimentar con la fotografía de larga exposición, podrás capturar cielos adornados de estrellas, o conseguir impactantes retratos gracias al flash de relleno.
2 – No aprender el modo manual:
Dejar la cámara en el modo automático y que ella decida los ajustes que
hay que emplear resulta muy cómodo, y no hay peor enemigo para el
aprendizaje que la “comodidad”. Lanzarte a utilizar el modo manual te va
a resultar complejo al principio, como a todos, pero con el tiempo irás
entendiendo mejor el funcionamiento de tu cámara, y podrás dominarla en
su modo manual para conseguir exquisiteces fotográficas que jamás
habías pensado poder alcanzar algún día.
Si todavía te intimida el modo manual échale un vistazo a mi libro gratuito “Tus Primeros Pasos en Fotografía Réflex“.
3 – No aprender la composición:
Olvídate de la cámara por un momento. Olvídate del objetivo y de los
accesorios. Cierra los ojos. Ahora imagina la foto que quieres. Imagina
que la puedes hacer sin ningún tipo de limitaciones. ¿Cómo sería? ¿Dónde
colocarías el sujeto? ¿Es un paisaje? ¿Cómo lo encuadrarías? ¿Tiene
varios sujetos? ¿Cómo los pondrías unos respecto a otros, en orden, en
fila, desordenados,…? ¿Y los colores, qué colores combinarías para que
la foto quedara perfecta?
Como ves, la composición es lo más parecido a la pintura. El fotógrafo
es el que organiza las cosas, los sujetos, los objetos, las formas, las
siluetas y los colores en un determinado orden.
Tu tarea no es la de configurar los ajustes manuales de la cámara y
disparar solamente. Todo lo previo al disparo es responsabilidad tuya
también. Eres un pequeño creador, recuérdalo.
4 – Mucha teoría, poca práctica:
No te limites a atesorar los conocimientos adquiridos. Ponlos en
práctica. Si no lo haces acabarás olvidándolo todo más pronto que tarde.
La práctica es lo que consolida todo lo aprendido. Para aprovechar los
conceptos aprendidos no necesitas conseguir resultados asombrosos, ni
que la gente se quede boquiabierta, anonadada y sin aliento al ver tus
trabajos. No es necesario. Simplemente practica. Si llevas la teoría a
la práctica, aprendes. Me da igual que la foto salga horripilante, lo
más importante es practicar. Ya habrá tiempo de enderezar, afinar y
mejorar.
5 – No tener un flujo de trabajo muy claro:
Después de una buena sesión de fotos ¿qué haces con tus fotos al volver a casa? ¿Dónde tienes ahora mismo las fotos de la última sesión? Si has tenido dudas a la hora de responder a alguna de estas dos preguntas, necesitas dedicar atención a este punto.
No es nada complicado, no te dejes intimidar por el palabro “flujos de
trabajo”. Un flujo de trabajo no es otra cosa que las fases por las que
pasa una foto desde que la tomas con la cámara hasta que la foto es
impresa o guardada en su carpeta final, con su edición o posprocesado,
sus etiquetas, y su copia de seguridad si hace falta.
El truco está en tener un flujo de trabajo bien definido, claro, y seguirlo siempre.
6 – Llevar la cámara a donde no es bienvenida:
A todos nos ha pasado que, al principio de nuestra vida de fotógrafos,
nos encontramos muy entusiasmados y llevamos la cámara encima a todas
partes. Eso en principio está bien, sobre todo porque, quién sabe dónde
puede surgir una gran foto.
7 – No salir del mundo virtual nunca:
De vez en cuando dale vida a tus fotos. Cada poco tiempo escoge
una cuidada selección de tus trabajos, mándalos a imprimir y
disfrútalos en “real”. Existe un sinfín de tiendas físicas y online con
precios muy competitivos para dotar de vida tus trabajos fotográficos.Aunque prefieras guardar tus fotos en formato digital (soy un defensor
empedernido del formato digital), imprimir tus mejores fotografía en
papel contribuye a que visualices, directa o indirectamente, los
resultados de tu esfuerzo. Unas fotos impresas y enmarcadas en un
estante, o colgadas en la pared, con tu firma, constituirán un buen
chute de autoestima para tu faceta de fotógrafo.
Insisto, no tienen por qué ser grandes fotografías dignas de la portada
del National Geographic. Tienen que ser fotos tuyas, que te gusten.
Fotos que quieras.
8 – Rendirse demasiado pronto:
Si eres lector de este blog por favor ni se te ocurra jamás pensar “No sé, creo que esto no es para mí”. El mayor de los errores es rendirse demasiado pronto, lo cual es muy común entre fotógrafos principiantes.
El único requisito para aprender fotografía es que te guste. Que te
apasione. Si tienes eso, lo demás viene rodado. La fotografía no es nada
difícil. Freír un huevo, conducir un coche con cambio manual o
cambiarle los pañales a un bebé es más difícil, créeme. Simplemente
échale ganas, abalánzate sobre la cámara sin miedo, con amor y
entusiasmo. No te preocupes, por mucho botón que toques jamás la vas a
estropear.
Tócala sin miedo. Disfrútala.