Mientras tanto, todos esperando a poner sus sucias manos sobre la RX1,
ese bello artefacto de culto por el que se va a pagar cerca de 3.000 euros para
disponer de una cámara con un sensor de 24 x 36 mm, y óptica fija 35 mm
f/2 con obturación central. Los que la han probado.
Y ¿por qué me habrá venido a la cabeza la expresión “sucias manos”?
Ya es sabido que en las más de las ocasiones, las cámaras y objetivos
que reciben los medios para pruebas son proporcionadas por los
distribuidores de las distintas marcas. El “pecking order” se establece
en unas ocasiones con lógica y otras bajo criterios que los anglos definirían como “bizarre”.
En ocasiones los productos son revisados por las firmas antes de ser
enviados a otro medio para su prueba y en ocasiones, evidentemente no.
Y uno no puede dejar de preguntarse si en el medio que las ha probado
con anterioridad han hecho la prueba de rendimiento del objetivo con el
dedazo puesto como parte del protocolo, o los han puesto –por
casualidad por supuesto– antes de enviarlos a su siguiente destino.
Con lo que tenemos ya registrado, en manos de un experto se podría
hacer una identificación por huellas y si me apuran hasta por ADN.
Vamos a tener que crear el “carnet de manipulador de cámaras”, a modelo
del de manipulador de alimentos...
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