¡Qué monada! Aunque no hay ningún estudio al respecto, es posible
que esta expresión sea la más escuchada la primera vez que se pone una Canon PowerShot N sobre la mesa. Su reducido tamaño y sobre todo las peculiares formas de esta compacta no dejan indiferente a casi nadie.
| | |
Pero, ¿hay algo más o se trata de un simple ejercicio de originalidad
para ganarse un lugar en los titulares? Eso mismo nos preguntábamos
cuando hace unos días tuvimos la oportunidad de pasar unos minutos con
un par de unidades de preproducción de la que aspira a ser la compacta
más original del momento.
Tal vez por el recuerdo de aquella PowerShot TX1
de la que nunca más se supo o por la imagen un tanto conservadora que
tenemos de Canon, el caso es que la PowerShot N despertó nuestro
escepticismo nada más ser anunciada.
Con los teléfonos móviles como potencial enemigo a batir, la falta de
algo parecido en el escaparate para usar como punto de referencia a la
hora de plantear cualquier posible comparación siempre suscita esta
desconfianza inicial.
Pese a estas reticencias, la primera impresión es buena. Antes incluso
de tenerla entre las manos, porque el precio (unos 330 euros) es alto,
pero no desorbitado como ocurre a veces con algunos experimentos
condenados a fracasar en el escaparate.
Superada la cuestión monetaria, es momento de pasar a la acción. Con una
simetría cuadriculada que impacta bastante, la construcción de la
cámara es mejor de lo esperado. Suponiendo que esperásemos plástico,
claro. Disponible en dos colores, el texturizado de la versión negra nos
gustó, aunque el resultón acabado en blanco posiblemente llame más la
atención.
Con unas formas claramente diferentes que requieren cierto tiempo de
adaptación, aquí no sólo no hay empuñadura: por no haber, tampoco hay
apenas botones. Sólo cuatro en realidad: para encender y apagar la
cámara, reproducir las imágenes en la pantalla, conectarse a la red
Wi-Fi y activar los filtros.
Y es que todo el protagonismo es para la pantalla de 2,8 pulgadas,
abatible y táctil. Por lo poco que hemos podido probar, su
funcionamiento es muy ágil, en línea con lo visto en los últimos modelos
de Canon dotados de un monitor de este tipo, y bastante intuitivo, al
menos si no perdemos de vista que se trata de una cámara pensada -más
que nunca- para trabajar en automático.
Sus reducidas dimensiones, por cierto, obligan a utilizar tarjetas
microSD y una batería bastante pequeña. Habrá que ver cómo afecta este
último detalle a la autonomía de una cámara que hace del Wi-Fi y la
pantalla táctil dos de sus bazas.
La práctica ausencia de botones plantea dos preguntas urgentes nada más
sostener la cámara entre las manos. ¿Y el zoom? ¿Y el disparador? La
primera es más sencilla: un anillo se encarga de controlar las focales
de este objetivo estabilizado de 8 aumentos, que ofrece unas focales
equivalentes a 28-224 milímetros. Es cierto que su limitado grosor hace
que cueste un poco cogerle el punto, pero el control del zoom mediante
un anillo de este tipo no deja de ser una opción bastante natural y
cómoda.
Mucho menos habitual es el segundo anillo de esta PowerShot N, al que le
toca ejercer la singular tarea de disparador. En efecto, a falta de un
botón al uso, es este pequeño mando situado entre el cuerpo y el
objetivo el que integra los dos disparadores: uno en la parte superior y
otro en la inferior. Ya puestos, no hubiera venido mal disponer de
otros dos pulsadores en los laterales para asegurarse de que, sea cual
sea la posición, el disparo resulte sencillo.
¿Original? Sin duda. ¿Cómodo? Cuesta acostumbrarse, la verdad. Aunque
está delimitado por una zona rugosa, al ser tan pequeño y estar tan
pegado al control del zoom no siempre resulta muy ergonómico.
Posiblemente sea una cuestión de tiempo hacerse con la postura de
sujeción y vencer el instinto que lleva el dedo al lugar donde siempre
han estado los disparadores.
Para dejar bien claro qué es lo importante en esta cámara, la PowerShot N
dedica dos de sus cuatro mandos a la conexión Wi-Fi y los filtros.
Resulta curiosa esta segunda modalidad: basta con activar el interruptor
situado en uno de los laterales para que, a partir de un solo disparo,
la cámara genere media docena de versiones.
No sólo se aplican diferentes filtros al más puro estilo Instagram, sino
que también se realizan diversos recortes y reencuadres a la foto. En
los retratos, por cierto, hemos podido comprobar que este automatismo
funciona bastante bien a la hora de reencuadrar gracias a la tecnología
de detección facial.
La conexión inalámbrica, por su parte, funciona de forma similar a lo
visto en la EOS 6D, por citar un ejemplo reciente. Podemos vincular la
cámara a un smartphone para transferir las imágenes automáticamente a
éste o bien configurarla -aunque este paso requiere algo más de tiempo
la primera vez- para compartirlas en redes sociales o enviarlas por
correo desde la propia cámara.
Aunque las especificaciones puramente fotográficas (sensor CMOS de 12
megapíxeles, grabación de vídeo Full HD, tecnología HS de alta
velocidad…) podrían parecer casi anecdóticas ante prestaciones más
llamativas y mediáticas, sería un error no tenerlas en cuenta. Y es que,
pese a nuestra errónea idea inicial, detrás de ese alarde de
originalidad en cuanto a diseño y ergonomía se esconde una compacta
bastante completa y con ciertas aspiraciones en cuanto a calidad de
imagen.
|
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario